Javier Hernández, coach: “Somos una parte de un todo mucho más grande”

De paso por Tetuán: charlas con vecinos que van y vienen

Nos encontramos una mañana de viernes en La Ventilla. Hoy es su primer día en Madrid. Acaba de aterrizar. Viene de Las Palmas de Gran Canaria. Conoce bien nuestra ciudad, pero percibo mucho interés y curiosidad en conocer Tetuán. Será por su profesión o por su carácter, o quizás por una mezcla de ambas, pero durante toda la entrevista se muestra sonriente y de muy buen humor. Quizás me está entrenando sin ser consciente.

¿De dónde sales, Javier?
Yo salí de aquí, me crié en la zona de Atocha. Y aunque llevo muchos años viviendo en Canarias, mantuve la pronunciación de Madrid, porque al llegar allí trabajaba en la radio. Pero recién llegado de Canarias me suelen preguntar, porque a veces tengo un acento raro.

¿Y qué te trae por aquí?
Desarrollar proyectos. Queremos llevar el coaching a un ámbito social accesible y sobre todo muy vinculado con actividades que ya existen.

¿Coaching?
Sí. El coaching es un tipo de intervención. Tiene como resultado alcanzar objetivos, y genera en el individuo un cambio, una mejora de sus actitudes. Ese objetivo se convierte en un entrenamiento, de manera que luego es aplicable a otras situaciones, sin necesidad del coach. En cualquier proceso de este tipo es importante el objetivo.

Suena a entrenador en versión inglesa...
Los primeros coachers son del ámbito del deporte, pero el verdadero boom es cuando lo empiezan a emplear las empresas. Ahora mismo ya se habla de los deportistas por su resistencia mental, su psicología. A partir de ahí llega el coaching sistémico, organizacional. Se trabaja con el sistema en si... Es importante, porque el coaching social bebe del organizacional.

Coaching social, ¿va a ser gratis?
Perdón, ¿has dicho gratis? Se ha acabado la entrevista [risas]. Nada es gratis. Yo he estado mucho tiempo de voluntario en organizaciones y desde el ámbito de la psicología te das cuenta de que nadie hace nada gratis, siempre hay algo que gana el individuo. En realidad, la gratuidad en el ser humano no existe. Lo que sí existe es el altruismo. Y el altruismo es un fenómeno psicológico extraño. No se entiende, por ejemplo, qué narices hacen determinados individuos que, en vez de preocuparse por sí mismos, se preocupan por el grupo, o se preocupan por otros individuos, o hembras que cuidan crías de otros... hay un altruismo en la naturaleza, pero no todos los individuos son altruistas. A la conclusión que yo llegué es que nuestra especie ha sobrevivido y ha crecido gracias al altruismo y no gracias a la competencia.

¿Qué proyectos te traen a Tetuán?
Me gustaría empezar a trabajar conjuntamente entre Madrid y Canarias. Estamos muy lejos, en el subtrópico, y eso implica que las cosas a veces no llegan. Me gustaría crear puentes, tender puentes.

Pues por aquí estamos mucha gente de muchos lugares, y a veces no es sencillo tender puentes.
Pues a un nivel mucho más sencillo, hace un tiempo intervine en una comunidad de propietarios con un garaje común y dos escaleras. Llevaban 20 años de conflicto por las escaleras. Al fin y al cabo todos viven allí. Cuando le preguntabas a los de una escalera por los de la otra escalera no conocían a nadie, pero sabían perfectamente lo malvados y perversos que eran. Es decir, cuando hay un desconocimiento del otro normalmente sustituimos al otro real por el otro mental, nos creamos una imagen, y aquí empezamos a jugar haciendo trampas: endogrupo y exogrupo. Mi grupo es bueno, mi grupo es chachi, el otro es malo. Cuando empiezas a trabajar con seres humanos, una de las primeras cosas de las que te das cuenta es de que los procesos mentales suelen ser muy parecidos. Son caminos transitados, en una misma cultura. Entonces, ¿qué hacemos? Pues empezar por mezclarnos, pero para eso lo primero que tiene que hacer un individuo es asumir que no está solo, que no existe mi grupo y el grupo del otro. Somos una parte de un todo mucho más grande.

¿Y qué te parece Tetuán?
Conozco poco, conozco proyectos. Sé que ha habido procesos importantes, donde ha habido gente que ha intentado alcanzar objetivos muy nobles y loables, pero ha fracasado. Lo normal en estos casos. Lo malo es cuando fracasa un proyecto y empezamos a culparnos. Esto es muy español: si falla algo, no es por una circunstancia, es que alguien tiene que tener la culpa. Esto entronca, porque cuando chocan los grupos hay que buscar un culpable y no van a ser los míos, van a ser los otros. Vale, no busques un culpable, busca una solución.

Javier, y como dice la canción... ¿a qué dedicas tu tiempo libre?
Tengo infinitas aficiones. Para mí son muy importantes, porque tenemos que tener retos, si no te conviertes en una lechuga. Por ejemplo, soy muy aficionado al submarinismo, el mar es otro mundo, otro universo, estás en otro mundo, te metes allí entre los peces que nadan a tu alrededor... creas un vínculo con esos bichejos. Luego me gusta mucho todo lo tecnológico, estoy en un grupo de hardware libre de arduino. Aparte, proyectos educativos, trabajar con niños, colaboro con familias, me gusta mucho ese fluir, aprendes muchas cosas.

¿Tienes familia allí?
Tengo una extraña familia urbana. No tengo hijos, pero sí tengo hermanos. Cuando vives lejos... Al final tengo tres familias adoptivas.

¿Y echas de menos Madrid?
Muchísimo. El ambiente. La vida cultural. Yo vengo aquí a Madrid a escuchar jazz en directo [risas].

¿Y tenemos en cuenta a Canarias desde la capital?
¿Tenemos en cuenta a Huelva desde aquí? [risas] Honestamente, no lo puedo decir, tendría que preguntarle a todo el mundo. A nivel general, Canarias es la región más presente cuando dicen: “Una hora menos en Canarias”. Yo cuando era pequeño y escuchaba la radio, tenía siete años, pensaba: ojalá viviera en Canarias, así dormiría una hora más. Yo creo que sí, que es de los sitios más presentes. Luego, por ejemplo, la octava isla es Madrid. Ahora, es cierto que en una ciudad como ésta, sin fronteras, no se tiene tanta conciencia de la procedencia, porque estamos mezclados. Yo nací aquí, pero mis padres no, a mucha gente le pasa, es una cosa muy curiosa. La conciencia depende, lamentablemente, de lo que los medios de comunicación digan, o los agentes sociales. Muchas veces quien realmente define lo que pensamos es un medio de comunicación.

Ramón Ferrer


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